lunes, 2 de julio de 2007

El hada...


Oriana. Tiene una importante misión: la reina de las hadas buenas le encomienda el cuidado de un bosque y de todos sus habitantes, hombres, animales y plantas. Oriana promete cumplir con su tarea y, provista de sus alas azules y de su varita mágica, se ocupa de dar de comer a los hambrientos, de sacar a los pájaros de las trampas, de proteger a los animales de los cazadores, de ayudar a un molinero y su numerosa familia a salir adelante, de acompañar a una vieja a vender su leña en la lejana ciudad y hasta de encantar la noche para su amigo el poeta... Pero la lucha entre hadas buenas y malas es encarnizada. Atraída por los halagos de un pez empalagoso y cobarde, Oriana se llena de vanidad y olvida su promesa. Las consecuencias de su desidia serán catastróficas...
No querría yo consecuencias catastróficas de nada ahora mismo. Es más, prometo conjurar todos mis sentidos para que las consecuencias sean apacibles. Y prometo no saltarme la promesa. Al menos, que me quede no poder arrepentirme de no haber apostado.

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