lunes, 25 de junio de 2007

Duras

La piel es de una suntuosa dulzura. El cuerpo. El cuerpo es delgado, sin fuerza, sin músculos, podría haber estado enfermo, estar convaleciente, es imberbe, sin otra virilidad que la del sexo, está muy débil , a merced de un insulto, dolido. Ella no lo mira a la cara. No lo mira. Lo toca. Toca la dulzura del sexo, de la piel, acaricia el color dorado, la novedad desconocida. Él gime, llora. Está inmerso en un amor abominable. Y llorando, él lo hace. Primero hay dolor. Y después ese dolor se asimila, a su vez, se transforma, arrancado lentamente, hacia el goce, abrazado a ella.
El mar, informe, simplemente, incomparable.

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